¿Acepto usted a Jesus como su salvador?

martes, 6 de julio de 2010

EL REGRESO DE MOLOC

Moloc era el dios de los antiguos cananeos o fenicios. Lo consideraban el símbolo del fuego purificante, el que a su vez simbolizaba al espíritu.

Creían, que como resultado de una catástrofe ocurrida en el comienzo del tiempo, ese espíritu se había transformado a sí mismo en oscuridad al convertirse en materia.

Según las creencias cananeas, el hombre era la encarnación de tal tragedia ontogénica(ontogenia=desarrollo de un organismo) y para redimirse de ese pecado era necesario ofrecer sacrificios de bebés a Moloc, por ser considerados los más impregnados de materia.

Lanzar recién nacidos al fuego constituía el más agradable sacrificio que podía ofrecerse a esa implacable divinidad, representada por una gigantesca estatua de bronce que encerraba un horno en su cavernoso cuerpo.

Las madres entregaban a sus hijos a los sacerdotes y eran arrojados vivos en el incandescente vientre de Moloc (Lv 18.21) el que esperándolos de brazos abiertos, devoraba por el fuego a sus pequeñas victimas.

Y para atenuar los gritos de los pequeños y la repulsión causada entre los que asistían a tales ritos, los sacerdotes hacían sonar estruendosa música con tambores y trompetas.

Así sin piedad, en aquellos tiempos los fenicios sacrificaban millares de criaturas... ¿Solo en aquellos tiempos? ¿Solo los cananeos?


El aborto en efecto, era una costumbre generalizada en el mundo pagano.

Fue precisamente una de las grandes y magníficas victorias obtenidas por nuestro Señor Jesucristo en la cruz al redimir el género humano, la desaparición de esa monstruosidad en las naciones cristianas.

Fueron necesarios muchos siglos de decadencia moral para que los hombres osaran volver a endiosar la práctica criminal del aborto, al despenalizarlo o autorizarlo por los más diversos motivos,

en vez de educar, predicar, enseñar, que no se debe cometer semejante monstruosidad, por que se trata de un crimen.

Fue por primera vez, en 1920, el aborto fue legalizado en la Unión Soviética por el socialismo marxista, bajo la dictadura de Lenin.

En las décadas de los 40 y los 50 le siguieron Japón, Canadá, Suecia y varios países de Europa oriental dominados por los comunistas.

Y en los años 60 y 70 en plena revolución sexual, tanto en Estados Unidos como en la mayoría de los países de Europa occidental, fueron abiertas las puertas al aborto legal o al menos su despenalización.

De este modo, en los umbrales del siglo XXI, cuando tanto se proclaman los derechos humanos, el lugar de los sacerdotes cananeos lo ocupan médicos sin escrúpulos.

Pero tragedia aún mayor, para la cual se dificulta encontrar las palabras exactas, el vientre de Moloc ha sido reemplazado por el propio seno materno.

Quién hubiera creído, que en nuestros días, el lugar de mayor riesgo para la vida de un niño es ¡el vientre de su madre! el lugar por naturaleza más resguardado, más acogedor.

¿Puede haber una mayor y más monstruosa inversión de valores? El seno materno se transformó en una tumba.



¿A que divinidad, se inmolan hoy las millones de victimas inocentes?

Sobre todo esto, se yergue el Leviatán, es decir, los Estados hipócritas y las organizaciones internacionales, cuyos voceros tanto hablan de derechos humanos.

Pero que son cómplices de una injusticia clamorosa: el exterminio del más indefenso de los seres, el no nacido.

En realidad, el Moloc moderno es mucho más implacable que el dios cananeo.

Los sacrificios humanos de la antigüedad son insignificantes si se comparan con los 50 millones de niños que todos los años son sacrificados en el vientre de sus madres.



La paradoja no podría ser más flagrante:

De la madre, el niño debería esperar amor sin límites, pero ella lo sacrifica, ya no en un altar en llamas, sino en una fría mesa de operaciones.

El médico, cuya misión es garantizar la vida, se transforma en el instrumento de su muerte.

El Estado, que debería garantizar la vida de las personas y castigar a los criminales que levantan la mano contra los inocentes, niega al feto el derecho de nacer.

Este trágico símbolo de la decadencia moral de la sociedad, denuncia también su profunda deshumanización e irracionalidad.



fuente:http://pensamientodisidente.blogspot.com